miércoles, 17 de agosto de 2011

el ascetismo y los ascetas neopitagóricos, indios y cristianos

El ascetismo que no fue ni enseñado ni practicado por Jesús se convirtió en una característica del cristianismo, aunque era, como todo en él sin excepción, de origen no cristiano, tanto el hecho mismo como el concepto. El griego "askein", practicar, hacer algo con cuidado, se encuentra por primera vez en Homero y Herodoto, en el sentido de labor técnica o artística, y describe más tarde en Tucídides, Jenofonte o Platón, ante todo el entrenamiento corporal. Finalmente al pasar de la esfera artística y atlética a la religiosa, el concepto se trastoca, con un típico desplazamiento de sentido, casi en su contrario: en lugar de fortalecimiento del cuerpo, su "mortificación"; en lugar de gloria "mundana" se anhela ahora la "corona de la vida eterna".

Semejantes mutaciones axiológicas no son raras y menos aun en el cristianismo, por ejemplo, con las palabras "gimnasio", "pedagogo", "amor platónico" o "castidad" cuya raíz latina, "castimonia" de "carere": carecer, privarse, tenía un sentido negativo, pese a que procede de "agnitio", reconocimiento, formalización, y es un concepto perteneciente a los esponsales sagrados. La esposa dde dios, la sacerdotisa, no podía mantener relaciones sexuales con extraños, pero se entregaba a la cópula ritual con el sacerdote.

El ascetismo más extremado se da allí donde se enfrentan bruscamente los dos términos de una dualidad (cuerpo y alma, mundo y dios), cuando las personas, atormentadas por una profunda esquizofrenia y recurriendo a la huida del mundo, a la abstinencia o a cualquier forma de negación, aspiran a librarse del principio "malo" y a cambiarlo por el principio "bueno", llámese aniquilación de los sentidos, victoria sobre la carne, redención o como decía Nietzsche burlonamente, "esa calma, esa hipnosis total largamente ansiada".

India, la clásica tierra de la Salvación, se convirtió también en la cuna del ascetismo. El Rigveda todavía politeísta, mundano y vital, ya habla de ligas extáticas secretas, "gentes arrebatadas, con los cabellos largos, vestidos con inmundicias, que se dejan llevar por el soplo del viento cuando los dioses han entrado en ellos". Y en las partes más recientes de la obra, el ardor interior, el "tapas", adquiere una presencia notoria. El tapas pudo haber sido originalmente una simple técnica para conseguir aumentar la temperatura del cuerpo en el invierno de la India septentrional. Pero paulatinamente la pura finalidad fisiológica se convirtió en místico-religiosa, exigiendo un autodominio cada vez más estricto. En los Aranyakas o Libros del Bosque, textos esenciales de los Vedas, más recientes, los sacerdotes anacoretaas imparten ya instrucciones ascéticas. La poligamia, por supuesto, sigue estando permitida y hasta los santos como Yájnavalkya aman la pompa de las cortes principescas y son bígamos.

En cambio, los más antiguos Upanishads, estrechamente relacionados con los Aranyakas pero escépticos y pesimistas, proclaman la penitencia como ideal. Lo mismo ocurrió, en resumidas cuentas, en el brahamanismo, en el cual Shopenhauer reconoció su propia herencia intelectual, y en el que el mundo aparece como fantasmagoría ("máyá") y se despierta un anhelo de salvación que la antigua religión védica no conoció. "Guíame desde la oscuridad de la luz/ Guíame desde la muerte a lo que hay tras la muerte".

Después de que algunas órdenes masculinas y femeninas fuesen fundadas en el siglo VIII a. C. por el príncipe Parsva, el eremitismo y el monacato se extendieron por la India y el asceta fue tenido en gran consideración a causa de sus supuestas fuerzas sobrenaturales. Muchos de ellos, decepcionados de los placeres o de la mala suerte, viven vestidos con taparrabos o desnudos, rapados y cubiertos de ceniza, aislados en bosques, grutas o montañas. Otros van por ahí mendigando y haciendo penitencia. Los fanáticos se exponen, entre cuatro fogatas, al sol abrasador, se balancean cabeza abajo colgados de los árboles, permanecen a la pata coja durante meses, se quedan semienterrados en hormigueros hasta que los pájaros anidan en sus cabezas o se mutilan horriblemente. Los virtuosos cristianos de la mortificación ofrecerán espectáculos muy similares. El influjo ascético de la India sobre el primer cristianismo, supuesto durante mucho tiempo, pero contestado la mayoría de las veces, ha sido ampliamente probado por las nuevas investigaciones.

Doscientos cincuenta años después de Parsva, el príncipe Mahavira (muerto hacia el 477 a. C.), el cual apareció en escena haciendo el papel de mendigo desnudo, reformó las órdenes, que volvieron a ejercer un ascetismo draconiano: sobre todo ayunos, en el más meritorio de los casos hasta la muerte. Y el contemporáneo de Mahavira, Buda (560-480 a. C.) que iba ahí seguido por la "necrópolis" de su harén, se alimentó durante años con una dieta mínima, de modo que al final "parecía un melón encogido o una sombre negra" hasta que, al igual que después harían Jesús o Mahoma, rechazó el ascetismo extremo, tachándolo de inútil. No obstante, el monacato budista, un ideal del budismo que acababa de surgir en aquel tiempo y que nunca ha pasado de minoritario, estaba fuertemente teñido de ascetismo, incluso de misoginia, como ocurrió más tarde en el monacato cristiano, con el qeu muestra paralelismos absolutamente sorprendentes.

Antes de las órdenes católicas existieron además los reclui y reclusae del serapeum egipcio. y precisamente el primer organizador del monacato cristiano, el copto Pacomio, fue probablemente sacerdote de Serapis. En todo caso, su primera sede fue un templo de Serapis y más adelante introdujo entre sus monjes la tonsura, habitual en el culto a Serapis.

Finalmente, también contribuyeron a la formación del monacato cristiano: el neopitagorismo, en el que se practicó un asociacionismo más o menos conventual, la comunidad de bienes y diversas formas de abstinencia; el gnosticismo, en el que convivieron el libertinaje y una severa mortificación; y desde el siglo III a. C., el ascetismo maniqueo, el cual diferenciaba entre perfectos y prosélitos, prohibía el trato con mujeres y el consumo de carne y vino, y exigía la reclusión, la pobreza absoluta y la extinción total del amor a los padres y a los hijos, incluyendo, al menos, algunas infiltraciones del monacato indio, que Mani había conocido.

Sin embargo, los "especialistas en sufrimiento", los "pugilistas de Cristo", quienes debían anticiparse en siglos a la expresión de Nietzsche, "vivir peligrosamente", eclipsaron a todos los demás.

Y eso que no existían en la primera época, pese a que la vida de los primeros cristianos hasta bien entrado el siglo II fue de hecho bastante retirada. Casi todos esperaban el fin del mundo que creían inminente, Jesús, los apóstoles, toda la cristiandad primitiva creía en él fanáticamente hasta que se reveló como una falacia y la Iglesia sustituyó la espera del inminente final por otra a más largo plazo y el ansiado reino terrenal del Mesías por la "bienaventuranza eterna".

No obstante, los cristianos vivían rigurosamente retirados, esperando la vuelta del Señor. No iban ni al teatro, ni a los juegos, ni a las fiestas de dioses y emperadores. Por todas partes, había ascetas pasando hambre. Y cuando, a finales del siglo II, los prosélitos se multiplicaron, especialmente en el catolicismo que estaba surgiendo por aquel entonces, los ascetas constituyeron el núcleo de la comunidad. Practicaban una completa abstinencia sexual, ayunaban y rezaban con frecuencia y formaron poco a poco un estamento propio. Finalmente, abandonaron familia y sociedad y se organizó una especie de éxodo. Algunos permanecieron todavía en las proximidades de ciudades y pueblos, otros pasaron al desierto, "el suelo materno del monacato" de las hadas morganas y de los camellos.

La palabra "monje", de "mónos", solo, aparece por primera vez en el entorno cristiano hacia el año 180, de la mano de un hereje, el ebionita Símaco. Pero no hay un monacato cristiano propiamente dicho hasta el umbral del siglo IV. Entonces, algunos cristianos empezaron a vivir solos o en grupos, pero sin leyes ni prescripciones firmes. Hacia el 320 surgió en Tabennisi (Egipto) un monasterio dirigido por Pacomio, antiguo soldado rormano. Fue él quien escribió la primera regla monacal, que imponía una disciplina militar y que, directa o indirectamente, influyó en las reglas de Basilio, Casiano y Benito. En el siglo V, el monacato cenobítico ya había crecido de tal modo que los ingresos fiscales del Estado se hundieron, extendiéndose además por Siria, todo Oriente y finalmente por Occidente.

La causa primera de esta escisión en la cristiandad, que la dividió en una doble moral, defendida desde hace mucho tiempo como "doble vía hacia Dios" fue el fuerte proceso de secularización, la total politización de los dirigentes de la jerarquía eclesiástica. Con frecuencia, se produjeron vehementes disputas entre monasterios y obispos. No obstante, en poco tiempo, la Iglesia consiguió poner el ascetismo y el monacato a su servicio y pudo reforzar así su poder mediante lo que había comenzado como protesta mística contra ella, como huida y renuncia al mundo.

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