martes, 16 de agosto de 2011

purificación de las almas y surgimiento del ascetismo

Cierto que ya mucho antes del cristianismo había aparecido cada vez más influyentes enemigos no sólo de la sexualidad, como centro de muchas religiones antiguas, sino también de la adoración de las diosas madres y de la mujer. Surgieron fuerzas, siempre bajo la égida religiosa, que combatieron la una y la otra o ambas a la vez. Comenzó la guerra entre los sexos y contra la sexualidad en general.

El hombre primitivo renunció por sacrificio, para obtener algo a cambio, tal vez por un principio egoísta, o porque le resultaba penoso controlar una cosa, para evitar otra. Surgió en este contexto el tipo "clerical" que intentaba utilizar en su propio beneficio los instintos de protección y miedo de los hombres, intensificando su temor e inseguridad, haciendo tambalear aun más la confianza en la existencia justamente para poder después ofrecer sus servicios, sus anestesias, sus esperanzas, su salvación. Surgen liberadores, salvadores o redentores. Es una tendencia dirigida contra la Naturaleza, contra este mundo, que se desarrolló en el judaísmo monoteísta y los misterios helenísticos y que iba a influir luego en el cristianismo. En ambos mundos se conoció la castidad cúltica que en el catolicismo llevó al celibato. Una maniática búsqueda de faltas, que hacía estragos en muchos pueblos y procedía del miedo a las temibles fuerzas del tabú y a la omnipresente amenaza de infección demoníaca, sirvió de base para un concepto de impureza que en un primer momento no fue moral, sino ritual. Todo lo que tuviera que ver con la muerte, el nacimiento o las relaciones sexuales se consideró impuro. En el primer cristianismo ante tales temores usaban agua corriente, y también barro, salvado, higos, lana, huevos, sangre de animales, que desinfectaban, purgaban, absorbían y purificaban hasta completar la limpieza religiosa. La mancha del cuerpo se transformó en mancha del alma, se hizo moral, se convirtió en pecado.

Los misterios griegos que prometían una vida bienaventurada después de la muerte habían remarcado especialmente las ideas de purificación. Nadie con "mácula" podía acceder al templo. El ayuno tenia también una función de reforzamiento, en el templo de Isis se evitaba el consumo de carne y vino. El día de la muerte de Atis no estaba permitido comer nada hecho de semillas. Los iniciados de Eleusis, entre los cuales estuvieron Sila, Cicerón, Augusto, Adriano y Marco Aurelio, tenían que abstenerse de ciertos platos durante la fiesta y en las vísperas, además ayunar un día entero, después de lo cual tomaban la bebida sagrada hecha de harina de cebada.

El preludio del celibato estaría en el trato con los dioses, que presuponía la abstinencia sexual, cualquier persona que hubiese tenido una relación íntima, laicos incluidos, estaba inhabilitada para el culto. Según Demóstenes antes de visitar el templo o de tomar contacto con los objetos sagrados había que guardar continencia "durante un determinado número de días".

De este modo, muchos cultos se encomendaban a vírgenes: los de Hera, Artemis, Atenea, y también a Dionisos, Heracles, Poseidón, Zeus y Apolo. Claro que también era humanitarios y puesto que exigían abstinencia sexual, escogían a personas a quienes les era menos penosa: mujeres mayores, que estaban ya libres de la menstruación que inhabilitaba para el culto o ancianos, como en el templo de Heracles en Fócida. En las Leyes de Platón los sacerdotes debían tener más de sesenta años. A veces incluso se recurría a niños de uno u otro sexo, aunque sólo hasta la entrada en la pubertad. A algunos sacerdotes se les obligaba a mantenerse castos de por vida: es lo que sucedía en un templo de Tespia o en el Artemis en Orcomenos.

En Roma, donde por otra parte el ascetismo ni siquiera se valoraba positivamente, las "virgines sacrae", seis en época histórica, debían guardar una abstinencia estricta. Reverenciadas pero reducidas a una especie de clausura, tenían que custodiar, al menos durante treinta años, el fuego de la diosa, aunque a veces prorrogaban sus servicios voluntariamente por algún tiempo. Aparte del pontifex ningún hombre podía pisar el templo de Vesta. Si una vestal atentaba contra la castidad era emparedada en vida, lo que sucedión unas doce veces, mientras que al profanador se le azotaba a muerte. Se las emparedaba en el "canyus sceleratus", un minúsculo rincón bajo tierra, con un lecho, una luz, algo de agua, aceite y vino. Enfundadas en el antiguo traje de boda romano, actuaban como esposas del pontifex masimus, que originariamente también las designaba, aunque más adelante se acordó echar a suertes la selección entre veinte muchachas nombradas por él. Aparte de este pontifex ningún hombre podía pisar el templo de Vesta. Las sacerdotisas mejicanas y las vírgenes del sol peruanas también eran ejecutadas si violaban el voto de virginidad. No obstante, no cabe descartar alguna relación secreta con el dios, y tampoco de tribadismo.

La forma más radical de contención sexual correspondía a los sacerdotes de Cibeles, que se castraban ritualmente con un pedazo de vidrio, como dice Juvenal, o bien, como se lee en Ovidio con una piedra afilada, lo que se atribuía a la antigüedad de la costumbre. El miembro amputado se ofrecía a la divinidad, tal vez originariamente para aumentar su fuerza. En todo caso, los griegos no se prestaron a ello y los romanos sólo en época cristiana, cuando la razón y el escepticismo estaban desapareciendo en medio de un clima de psicosis de masas seudorreligiosa. En cambio, entre los griegos, el ascetismo sexual fue bastante más inhabitual, y el celibato, en modo alguno la regla, generalmente a los sacerdotes o sacerdotisas sólo les estaba vedado un segundo matrimonio.

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