jueves, 25 de agosto de 2011

el mecanismo culpable y su explotación

Las técnicas que hoy se utilizan son diferentes a las prácticas cultas medievales, pero la ritualización está presente. Antiguamente se capturaba el deseo, sobre todo, a partir de la confesión, de una política de confesores, diría yo, la confesión asegura la casuística y ahí está siempre el sujeto y su deseo. Por eso en la edad media se desarrolló un manual sobre la doctrina de la Penitencia en que se especificaban los castigos, los diferentes grados de delitos y la clasificación de los pecados, de una forma compleja y detallada. Hoy día no es necesario el procedimiento de la confesión para asegurar el rito institucional, pero hay otros procedimientos en que podemos decir, a través de las técnicas de la captura publicitaria por una alta restricción del deseo y del sentimiento de culpa, que siguen presentes.

La "mujer", en su simbología, en los tratados de la Edad media era conminada a los infiernos, erigiéndola primero en el objeto del deseo, por exteriorización culpable y que había que evitar, de ese modo en el momento de la confesión el sujeto se capturaba. Son técnicas refinadas del lazo institucional que sirven al poder y al sujeto para mantener la creencia de pertenencia entre sí. Volvamos pues a la confesión, a su forma de hacer para descargar el doble fardo al penitente: el goce-de-más del que la doctrina sobre el pecado detestable ha operado la sustracción y el aumento de angustia unida a la acusación del culpable. Por el momento haré mención a la literatura fantasmática que asocia desde las tradiciones más antiguas el poder y las falsificaciones demoníacas con el abuso sexual, tanto de las mujeres como de los hombres. El tema es inmemorial: "Dios castiga la lubricidad de las mujeres haciendo que engendren monstruos"; del mismo modo se dice "los demonios recogen el semen (doctrina del esperma frío) de los hombres sucios, blandos (alusión a la masturbación) y lúbricos, que se manchan ya sea en sueños, ya sea provocándose ellos mismos".

Si nos atenemos a la literatura canónica que tiene por objeto definir el Derecho en uso, cualquiera de los numerosos tratados cultos pone en evidencia que lo importante y lo inicial para la confesión es el lugar donde se encuentra la represión del goce. Esta materia aparentemente abandonada en la actualidad lo es solamente porque ha sido trasladada a otros mecanismos de expresión latente pero continúa su mecánica a través de las clasificaciones con un alto grado de precisión y perfección lógica sobre la casuística. La mujer, como sujeto, por eso muchas veces no ha podido jugar sin poder salir de esta realidad, de hecho hoy día juega porque puede confesar su goce y al mismo tiempo confiesa su culpa, a través de técnicas mucho más refinadas si cabe. Lo importante es descubrir como el buen orden y el lazo del deseo institucional están presentes aquí en esta misma confesión de la culpa.

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