lunes, 15 de agosto de 2011

el judaísmo politeísta y monoteísta

La religión del antiguo Israel no era todavía el monoteísmo sobrenatural de la época postexílica, sino politeísta y polidemónica, como la de todos los otros semitas. Tampoco hay pruebas de que los israelitas creyeran en la resurrección de los muertos, una idea que pudo haber aparecido bajo influencia persa; probablemente, el más temprano documento de aquélla es el llamado Apocalipsis de Isaías, en el que la vuelta a la vida sucedía gracias al rocío, lo que recuerda a ciertas ideas de la religión cananea de la fertilidad.

No obstante, en Canaán, donde los nómadas o seminómadas israelitas tomaron contacto con un antiguo universo cultural, con la Gran Madre, los dioses El y Baal, los esponsales sagrados, la prostitución y la desfloración rituales, en una palabra, con una religión de fiestas magníficas y estímulos sensuales, se llegó finalmente a asimilaciones de toda clase. Pues si es verdad que éstas habían comenzado ya en la época de los Patriarcas, al principio sólo afectaron al culto rústico de Yahvé, a campo abierto, donde se plantaban -entre libaciones inmoderadas y copulaciones colectivas sobre la tierra- los árboles de Asera, llamados por el propio nombre de la diosa. Pero paulatinamente el sincretismo prendió también en los santuarios centrales del Reino. Así, Salomon (965-928 a. C.) además de erigir templos a dioses extranjeros, dotó al de Yavhé -construido según modelos fenicios por un arquitecto cananeo- de muchos símbolos del culto de la fertilidad (azucenas, leones, toros). Y su sucesor Jeroboán I mantuvo esta tradición y representó a Yahvé, en los nuevos templos yahvistas de Bethel y Dan, como una figura invisible sobre un novillo de oro (los "becerros de oro" de la Biblia), de la misma manera que los cananeos imaginaban a su dios supremo Baal sobre un toro.

Baal fue adorado cada vez más intensamente pero también la Gran Diosa Madre, de la que se han encontrado en Palestina numerosas estatuas, la mayorías desnudos. Más adelante, el rey Manasés consagró una Asera en su honor en el templo de Jerusalén y, en tiempos de Jeremías, las mujeres aún cocinaban unas tortas para ella. Se llegó incluso a la prostitución ceremonial. En Silo los hijos del sacerdote de Yahvé dormían con las mujeres que rendían servicio a la entrada del recinto sagrado.

Elías, por el contrario, hizo apresar a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los mató, y Eliseo en el siglo IX a. C., Amós, Oseas e Isaías en el VIII a. C., no dejan de condenar el culto de diferentes baales, y también el de Asera, aunque muchas veces ni siquiera saben exactamente qué costumbre religiosa es cananea y cuál es originariamente isrealita. Y en definitiva la misma polémica bíblica está llena de resonancias procedentes de la herencia literaria cananea, por lo que acaba dependiendo, lingüísticamente, de aquello a lo que combate.

Yahvé ordena una y otra vez: "Debes destruir sus altares, deshacer sus imágenes y talar sus bosques"; una y otra vez prohíbe convivir con aquellos que "extiendan la prostitución con sus dioses". Una y otra vez los profetas truenan.

Yahvé que originalmente había sido un espíritu de la naturaleza, un dios vulcánico, de la tempestad o de las tormentas que apenas tenía rasgos femeninos no sacerdotisas, en el curso del tiempo se libró de todos sus competidores en Israel. Fue el único dios del Mundo Antiguo que se hizo adorar sin imágenes; todo entusiasmo religioso de carácter agrario fue considerado demoníaco y la esfera de lo cósmico, otrora sagrada, fue objeto de una desmitificación de graves consecuencias.

Los israelitas que probablemente ocuparon algunas partes de Palestina en el siglo XIII a. C. y se mezclaron rápidamente con los hebreos -los cuales estaban emparentados con ellos pero se habían asentado allí con anterioridad- emprendieron pronto guerras de conquista y aniquilación hacia todos sus confines, como Yahvé había ordenado.

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