lunes, 15 de agosto de 2011

Orestes, la Orestiada

La historia de Orestes fue objeto de la Orestíada tanto de Esquilo (Agamenón, Coéforas, Euménides) como de Estesícoro, de la Electra de Sófocles, y de la Electra, Ifigenia en Táuride y Orestes de Eurípides. Existe un poema épico en latín, formado por unos 1.000 hexámetros y titulado Orestes Tragedia, que ha sido atribuido a Draconcio de Cartago.

Orestes aparece también como personaje principal de varias leyendas relacionadas con su locura y purificación, tanto en Grecia como en Asia. En ellas Orestes es el mortal lleno de culpa al que purifican de su pecado por la gracia de los dioses, cuya misericordiosa justicia se muestra a todas las personas cuyo crimen sea mitigado por circunstancias atenuantes. Los implacables lazos de sangre de la sociedad primitiva dan lugar a un juicio justo y, en Atenas, cuando los votos de los jueces están divididos equitativamente, prevalece la compasión.
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Según la historia homérica Orestes estaba ausente de Micenas cuando su padre volvió de la Guerra de Troya y fue asesinado por el amante de su esposa, Egisto. Ocho años después Orestes volvió de Atenas y vengó la muerte de su padre asesinando al amante de su madre. Según Píndaro, Orestes fue salvado por su niñera Arsínoe o su hermana Electra, que le sacó del país cuando Clitemnestra quería matarle. Huyó a Fanote en el monte Parnaso, donde el rey Estrofio se hizo cargo de él.

En su vigésimo cumpleaños el oráculo de Delfos le ordenó volver a su hogar y vengar la muerte de su padre. Orestes regresó a casa junto con su amigo Pílades, hijo de Estrofio. Según Esquilo, Orestes se encontró con su hermana Electra ante la tumba de Agamenón, donde ambos habían ido a rendir honores al difunto; se reconocieron y planearon cómo Orestes llevaría a cabo su venganza. La misma historia básica es narrada de formas diferentes por Sófocles y Eurípides en sus respectivas obras tituladas Electra.

En las Euménides de Esquilo, tras la venganza (a veces con la ayuda de Electra) Orestes enloquece y es perseguido por las Erinias (que no hacen lo mismo con Electra), cuyo deber es castigar cualquier violación de los lazos de piedad familiar. Orestes se refugia en el templo de Delfos, pero, a pesar de que Apolo le había ordenado llevar a cabo su venganza, no es capaz de proteger a Orestes de sus consecuencias. Finalmente, Atenea le recibe en la acrópolis de Atenas y organiza un juicio formal del caso ante el Areópago, un tribunal formado por doce jueces áticos. Las Erinias exigen su víctima, Orestes alega las órdenes de Apolo, los votos de los jueces quedan divididos equitativamente y Atenea le declara inocente con su voto decisivo. Las Erinias son apaciguadas con un nuevo ritual en el que son adoradas como Euménides y Orestes dedica un altar a Atenea Areia.

Con Esquilo el castigo termina aquí, pero, según Eurípides, para poder escapar de la persecución de las Erinias, Apolo ordenó a Orestes ir a Tauro (actual Crimea), apoderarse de la estatua de Artemisa Tauropola que había caído del cielo y llevarla a Atenas. Orestes marchó a Tauro con Pílades y ambos fueron encarcelados por los habitantes de la región, los tauri, que tenían la costumbre de sacrificar todos los extraños a Artemisa. La sacerdotisa de Artemisa encargada de realizar el sacrificio era su hermana Ifigenia, quien ofreció liberar a Orestes (sin saber que era su hermano) si éste llevaba consigo una carta hasta Grecia. Orestes rehusó hacerlo, pero ofreció a Pílades llevar la carta mientras él se quedaba para ser sacrificado. Tras un conflicto de mutuo afecto, Pílades terminó por acceder, pero la carta hizo que Orestes e Ifigenia se reconocieran y los tres escaparon juntos llevando con ellos la imagen de Artemisa. Tras su retorno a Grecia, Orestes tomó posesión del reino de su padre, Micenas (matando al hijo de Egisto, Aletes), y anexó Argos y Laconia. Se cuenta que murió por la mordedura de una serpiente en Arcadia. Su cuerpo fue llevado a Esparta para ser enterrado (donde fue objeto de culto) o, según una leyenda italiana, a Aricia, de donde sería trasladado a Roma (Servio, Sobre la Eneida, ii.116).

Antes de la Guerra de Troya, Orestes había estado prometido a su prima Hermíone, hija de Menelao. Tras ella, Menelao quiso que su hija se casase con Neoptólemo. Orestes y Neoptólemo lucharon, y este último murió. Al casarse con Hermíone y hacerse con Argos y Arcadia después de que sus tronos hubiesen quedado vacantes, Orestes llegó a ser el gobernante de todo el Peloponeso. Su hijo, Tisámeno, fue más tarde asesinado por los heráclidas.

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Bachofen también nos da su narración de este mito, basándolo en la confrontación que prevalece en ocupar el derecho las Erinnias, o Atenea, según uno u otro principio, así prevalece el principio materno o el paterno, finalmente vence el derecho de Atenea, el principio apolíneo y paterno, que perdona a Orestes su crimen, mientras que las Erinnias lloran así su venganza, pero defienden su derecho gracias a Atenea, como principio universal mediador:

"Basándonos en estas observaciones será fácil valorar en la plenitud de su significado un último punto del drama esquíleo.

Las Erinnias intervienen para vengar el matricidio; mientras Clitemnestra estuvo viva, sin embargo, no la persiguieron por haber matado a su marido. Es lo que Orestes les reprochaba y a lo que las diosas ctonias le respondían:

“No era de su misma sangre el hombre al que mató”.

Es cierto que Clitemnestra paga su culpa con su muerte, pero es únicamente después del matricidio cuando aparecen las Erinnias para perseguir al hijo culpable, y sólo el hecho de que se haya derramado la sangre materna las despierta de su sueño, las llama de las antiguas profundidades de la tierra, de las que no habían salido tras el delito de Clitemnestra. ¿Por qué motivo? La respuesta es muy simple. La Erinnia es la propia tierra, es la gran madre de toda la vida terrena, es la materia materna. Y con ella se identifica la mujer, que ocupa su misma posición y cumple la misma función que la tierra. El matricidio hiere pues a las Erinnias, les inflama el corazón. El que vierte la sangre materna ofende a la propia tierra y viola en la persona de la madre el derecho de la tierra materna porque ella no es más que un representante de ésta. Por ello es la propia tierra la que se levanta para vengar la infracción al derecho materno, la misma tierra ha sido ultrajada, el orden de las cosas, el derecho de la naturaleza, el más elevado derecho divino de esa época es sacudido en sus cimientos, es trastocado. Al morir, la madre asesina vuelve a la tierra, la madre humana se une a la madre divina, al alma de la tierra, a la que pertenece y a la que ha representado en vida.

La propia Clitemnestra se convierte ahora en Demetes Erinys (Pausanias). En las Erinnias Orestes descubre a las Erinnias de su madre, a los espíritus enojados de su madre, a su propia madre (Pausanias). La madre mortal se ha unido a la Madre-Tierra inmortal, muriendo se ha transformado en ella y se ha convertido de este modo en Demetes Erinys. Es verdad que todos los muertos se convierten en Demetreiloi y también son llamados con este nombre, es cierto que todos ellos se convierten en dii manes junto a la gran madre Mana Genita (Plutarco), es cierto que de todos los muertos se dice que son buenos, chrestoí, que también se unen todos al telúrico Agathodaímon, a la telúrica Bona Dea por todo esto adquiere un significado especialísimo en el caso de la Madre-Tierra inmortal, muriendo se ha transformado en ella y se ha convertido de este modo en Demetes Erinys.

Los demás asesinatos se dejan a la venganza de los hombres y así a Orestes le corresponderá vengar a Agamenón. El matricida por el contrario será perseguido por la propia Tierra. Cualquier otro asesino puede evitar la venganza del hombre gracias a su habilidad, a su fiera o su valor, mientras que el matricida se convierte en presa de la Tierra vengadora sin posibilidad alguna de salvación.

Este ha violado la más importante ley material, la ley de la Madre-Tierra, la ley más elevada que está en la base de todo. El ha alterado el orden de la naturaleza telúrica y debe por consiguiente reestablecer este orden mediante su propia muerte, hasta que ello no ocurra la Tierra, herida en su dignidad materna, no dará más fruto, no cumplirá su función material. Este es el significado de las palabras que Esquilo pone en labios de las Erinnias en la trilogía que estamos estudiando. Estas reclaman la muerte del asesino de la madre con el fin de que a través de esta muerte se reestablezca el ordenamiento materno propio de la naturaleza telúrica.

“¡Oh madre, madre noche, tú que me has engendrado para castigar igualmente a los que ven la luz y a los que ya no la ven, escucha mi voz! El hijo de Leto quiere humillarme arrancándome esta liebre, única prenda que puede expiar el asesinato de una madre”."

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Engels se refiere a este mito en “El origen de la familia, la propiedad y el estado”. En él, afirma que en este mito quedó fosilizado el paso de una sociedad matriarcal (común a todos los pueblos preestatales) a una patriarcal. Así, las erinias, defensoras del derecho matrilineal, que persiguen a Orestes por asesinar a su madre, justifican no haber perseguido a Clitemnestra cuando asesinó a Agamenón porque ella no asesinó a un pariente. El tribunal de dioses, en cambio, decide perdonarlos. De esta manera, de ser la madre el único pariente cierto, es decir, de encontrarnos ante una sociedad que traza su linaje a través de la mujer, pasamos a una en la que se imponen los derechos patriarcales.

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