jueves, 25 de agosto de 2011

la estrategia de la no-mezcla, el discurso y la lengua

Las estrategias de la no-mezcla son indispensables para estas cuestiones aunque un mundo no puede dividirse entre hombres y mujeres sin lugares de encuentro. Las mujeres deben aplicarse a cambiar el contenido del discurso en función de las formas y las leyes de la lengua. El discurso de las mujeres designa a los hombres como sujetos. Las mujeres establecen relaciones con el entorno real, pero no lo subjetivizan como suyo. En efecto, las connotaciones de su discurso se expresan sobre todo en los adjetivos, por ejemplo, y no en el predicado actualmente producido. En este sentido cabe interpretar también otros indicios: las elisiones de yo y de ella, todas las estrategias de anulación del femenino como sujeto del discurso, el problema de la transformación negativa, etc.

La matización de que el sexo no es lo mismo que el género es razonable. El género es más amplio, obedece a la diferencia en la vida sexuada y no exclusivamente reducida al sexo como reproducción. Pero es conveniente que las mujeres sean más capaces de situarse a sí mismas como un yo, yo-ella(s), de representarse como sujetos y de hablar con otras mujeres. Esto requiere una evolución subjetiva y un cambio en las reglas de la lengua. El sexo es una importante dimensión cultural, el hombre ha querido dar su género al universo, como dio su nombre a sus hijos, a su mujer o a sus bienes. El peso de esta condición en las relaciones entre los sexos en el mundo, en las cosas, en los objetos, es inmenso. No estoy por tanto de acuerdo contigo cuando quitas importancia a la subjetivización del género femenino, sería un retroceso o una regresión cultural no entender por qué ha sido necesario llegar hasta aquí. Aparte de los bienes en sentido estricto que el hombre se atribuye, ha dado su género a Dios y al sol, pero también enmascarado en el género neutro, a las leyes del cosmos y al orden social o individual.

Decir que el género neutro no tiene importancia en el lenguaje, no debe ser aceptado, sobre todo el lenguaje designado por el género masculino. El discurso y la lengua pueden utilizarse deliberadamente para obtener una mayor madurez cultural, una mayor justicia social. En no considerar la importancia de esta faceta de la cultura reside precisamente lo que da tanto poder al imperio de la técnica como algo neutro, a las regresiones sectarias, a la desintegración social y cultural que experimentamos, a los diversos imperialismos monocráticos, etc.

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