martes, 16 de agosto de 2011

el nacimiento de la moral del cristianismo

Encontramos en Pablo de Tarso, el nacimiento de la moral cristiana, un hombre que parece que se enfrenta en contradiccion con el Nuevo Evangelio, atruena con la mortificación de la carne, el aniquilamiento de los afectos, el odio al cuerpo, la sarx, la carne, aparece como el auténtico asiento del pecado, en el cuerpo no hay "nada bueno", es un "cuerpo para la muerte", todo lo que quiere "significa muerte" y "enemistad contra Dios". El cristiano tiene que "atormentar y someter", "crucificar" y "matar" al cuerpo. Contras las enseñanzas del Evangelio que para nada dicen del cuerpo que sea algo malo, sin embargo, empieza aquí una corriente que es la de los profetas que se inclinan a los grandes discursos, a la palabra que mueve y tiende a inflamar y llenar de gritos, para mover a las gentes. De Pablo se ha dicho que sufría crisis alucinatorias, que padecía epilepsias, o que tenía complejos sexuales, o que era patizambo, lo cierto, es que ésta es la respuesta exagerada a una época que también había sido exagerada en el descontrol de las orgías, de las bacanales, que estaba también en plena decadencia. Se alzan así contra estas costumbres las voces de los predicadores que las condenan, pero no tienen nada que ver directamente con las enseñanzas de Jesús, que habla con prostitutas, que no condena directamente a la adúltera, sino que la perdona.

Es un ataque constante al placer, que sin embargo no encontramos en los maestros de la Torah, que aunque menospreciaron a la mujer al menos tenían una valoración positiva de la sexualidad. Pero San Pablo en su Apología del Amor dice que hay que sufrirlo todo, soportarlo todo, esperarlo todo. Es una forma inflamada de hablar, de tener un discurso que se va a apoderar de esa época, para imponer las nuevas ideas.

Sócrates también emprendería una nueva época en la filosofía hablando, con la dialéctica, preguntándose por la verdad, hasta el punto que esto era extraño a las ideas de la época, el tener que demostrar las cosas o la verdad, con razonamientos; lo noble no se había de demostrar. Sin embargo, Sócrates venció, se impuso, aunque pudiera parecer un bufón a las cosas nobles.

Ahora, en cambio se impone otro modo de hablar, el modo de la profecía, que conlleva mover a las masas a través de la emoción y la sugestión y se hace sin pudor, se violentan, se exasperan con el gesto, nace el profeta que trae lo que él dice es su verdad de liberación por la palabra. Para Nietzsche esto será la "contrafigura de un espíritu fuerte"; de todas formas aquí hay mucho de esas fuerzas reactivas de las que habla el propio Nietzsche, que suponen un movimiento del espíritu también, lo malo es cuando lo que lo mueve es el odio, es el resentimiento.

Pablo como misionero necesitaba y elogiaba a las mujeres, en las salutaciones de sus cartas, como "colaboradoras" o "combatientes", también las equipara con el hombre pero ante Dios, una paridad que ya existía en el culto de Isis y en los misterios de Eleusis y Andania.

Sin embargo, en la práctica Pablo priva a la mujer de la palabra en el culto, por principio. "Las mujeres en las asambleas de la comunidad deben callar, pues no les está autorizado hablar, sino que tiene que someterse", "mulier tacaet in ecclesia". Le ordena llevar el velo durante la oración y el oficio, un signo de inferioridad, porque el velo significa "avergonzarse del pecado traído al mundo por la mujer". Mientras el hombre es "la imagen y el reflejo de Dios" "No es el hombre el que procede de la mujer, sino la mujer del hombre; tampoco fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre". Aunque dice que no se coloca "ni al hombre sobre la mujer, ni a la mujer sobre el hombre" en el servicio de la iglesia.

San Pablo abre la discusión fundamental sobre el celibato, dice que "es bueno para el hombre no tocar a la mujer". No proscribe el matrimonio sino que lo considera mejor que el fuego o la desesperación, pero recomienda mejor la soltería. Si lo admite es por concesión de la carne. Según la exégesis católica Pablo inaugura "un nuevo periodo para la mujer", concibe un ideal femenino "completamente nuevo" y entona el "Cantar de los cantares del matrimonio".

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