sábado, 20 de agosto de 2011

las prácticas de la parodia y la ley del mercado

En Vigilar y Castigar, afirma Foucault, que hay un lenguaje interior donde la táctica no ha sido reprimir los deseos de los presos, sino obligar a sus cuerpos a significar la ley prohibitiva como su esencia, su estilo y su necesidad. Esa ley no se interioriza literalmente, sino que se incorpora, con el resultado de que se crean cuerpos que significan esa ley en el cuerpo y a través de él; allí la ley se muestra como la esencia de su yo, el significado de su alma, su conciencia, la ley de su deseo. Efectivamente, la ley es al mismo tiempo completamente evidente y totalmente latente. No obstante, Foucault pone en tela de jucio todo este lenguaje de la interiorización. "El alma es una ilusión, o un efecto ideológico", pero si existe es "en el interior del cuerpo por el funcionamiento de un poder que se impone sobre aquellos a quienes se castiga.”

Como imitaciones que en efecto desplazan el significado del original, imitan el mito de la originalidad en sí. En vez de una identificación original que sirve como causa determinante, la identidad puede replantearse como una historia personal/cultural de significados ya asumidos, sujetos a un conjunto de prácticas imitativas que aluden lateralmente a otras imitaciones y que, de forma conjunta, crean la ilusión de un yo primario e interno con género o parodian el mecanismo de esa construcción.

No obstante, la pérdida del sentido de “lo normal” puede ser su propio motivo de risa, sobre todo cuando “lo normal”, “lo original”, resulta ser una copia, y una copia inevitablemente fallida, un ideal que nadie puede personificar. En este sentido, la risa brota al percatarse de que todo el tiempo lo original era algo derivado. La parodia por sí sola no es subversiva y debe de haber una forma de comprender qué es lo que hace que algunos tipos de repetición paródica sean verdaderamente trastornadores, realmente desasosegantes, y qué repeticiones pueden domesticarse y volver a ponerse en circulación como instrumentos de hegemonía cultural.

Las prácticas de la parodia pueden servir para volver a mostrar y afianzar la distinción misma entre una configuración privilegiada y naturalizada y otra que se manifiesta como derivada, fantasmática y mimética: una copia fallida, por así decirlo. Y seguramente la parodia se ha utilizado para fomentar una política de desesperación, que confirma la exclusión supuestamente inevitable de los supuetos marginales del territorio de lo natural y lo real. No obstante, este fracaso de todas las prácticas es debido a que estos sitios ontológicos son fundamentalmente inhabitables. Por consiguiente, hay un risa subversiva en el efecto de pastiche de las prácticas paródicas, en las que lo original, lo auténtico y lo real también están constituidos como efectos.

Lo único que está haciendo el poder y la burocracia hoy es interiorizar en nosotros una Ley, que es la ley del mercado, en que todavía podemos verificar un momento en él, cuando lo único que interiorizamos es una represión, es el funcionamiento del poder. Pero gracias a las nuevas tecnologías se ha introducido un poder subversivo dentro del mercado. Pero aquí el problema es que la ley no se ha interiorizado, sino como repetición de una práctica, hasta que el poder o su lenguaje estalle de nuevo. Lo importante es que la Ley actúa desde dentro, y lo que se hace es que se ponen como diques de contención, donde operan los mercados.

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