martes, 16 de agosto de 2011

la prostitución sagrada

En el tercer milenio antes de Cristo los países más civilizados conocían la cohabitación en los templos. La función que cumplía era la de una acción sacrificial, mediante la cual la presencia de los dioses era invocada y revitalizada; una segunda función era estructuralmente idéntica a la eucaristía cristiana, el acto sexual era la vía para que el hombre tomara parte en lo sacrum, que en este caso era ostentado y administrado por la mujer. El culto de la Gran Madre y los misterios de la vegetación dedicados a ella eran el momento preferido para la celebración de orgías con coitos rituales. En virtud de un acto mágico la divinidad debía hacerse presente y transmitir su fuerza, sobre todo a través de las mujeres.

En aquel tiempo existía la costumbre generalizada del desvirgamiento prematrimonial en el templo. Ninguna muchacha podía casarse sin haber pasado antes por el rito de la desfloración. Como representante del dios actuaba entonces un hombre cualquiera, que permanecía totalmente en el anonimato. Esta circunstancia era conocida tanto en la India como en altas tribus negras o en el Oriente Próximo. En la zona del templo de Ishtar en Babilonia, las muchachas esperaban en filas a lo largo de las calles rectilíneas, hasta que uno de los hombres les arrojaba unas monedas con las palabras "por el honor de la diosa" que obligaban a la escogida a seguirle y entregársele. Herodoto, bastante fidedigno, subraya: "Ella tiene que marcharse con el primero que le echa algo al regazo y no puede rechazar a nadie. Cuando se ha acostado así con el hombre y cumplido con su deber hacia la diosa, vuelve a casa y ni por una gran suma se prestaría a ello de nuevo".

La cohabitación en el templo era la segunda forma en importancia de relaciones sexuales sagradas y sin perjuicio de una floreciente prostitución profana. Sobre todo en las ciudades semíticas y de Asia Menor, según Herodoto, en casi todos los pueblos. Las muchachas del templo, denominadas en Babilonia kadistu (sagradas), fueron llamadas hieródulas (doncellas sagradas) en Grecia, kadesh (consagradas) en Jerusalén o devadasis (servidoras de la divinidad) en la India. Lejos de ser despreciadas a menudo estuvieron por encima de las demás mujeres.

En el Poema de Gilgamesh, la más antigua epopeya de la literatura sumeria, no igualada, Enkidu era una especie de animal que comía hierba y compartía un abrevadero con las bestias, pero luego se transforma en ser humano gracias a una prostituta consagrada. Durante seis días y siete noches se ve despojado de su animalidad en los brazos de una representante de la diosa madre, y en cierto modo renace como un ser humano. Los primeros manuales griegos de la vida amorosa fueron en su mayoría escritos por hetairas.

Babilonia y la cultura sumeria tenía una religión sin fe más allá, y es la primera civilización conocida en la historia, la primera que incorporó a las prostitutas sagradas protegidas por el Código de Hammurabi, la más antigua compilación jurídica del mundo. Esta costumbre pasó a Siria, el país fenicio, Canaán, Asia Menor, Grecia, Persia y la India meridional.

Miles de hieródulas actuaban en los diversos templos, en Comana, la capital de Capadocia en el santurario de la diosa Ma (madre); en el Ponto en un templo rodeado por el río Iris, situado sobre abruptos peñascos y dedicado a Anaitis, una diosa semítica fusionada con la diosa de la fertilidad Ardvisura; en el templo de Afrodita en Corinto, a cuya mujeres, famosas por sus encantos, Píndaro dedicó una de sus más hermosas odas. mientras que más de dos mil años después Abrahán, como profeta agustino descalzo, clamaba contra "las mujeres de Corinto" las "locas" que mil veces al día "se ofrecen para aparearse con los sementales fornicadores en honor de Venus y en su templo" y que "son unas desvergonzadas" que para excitar a los "bellacos fornicadores, se acercan con la cabeza descubierta, el rostro desvelado, los ojos bien abiertos, para mostrar su hermosa figura".

Incluso en el templo de Yavhé en Jerusalén existió durante algún tiempo un burdel sagrado, por supuesto enérgicamente combatido por los profetas. La prostitución religiosa también debe de haber sido practicada entre los germanos, en el culto al dios de la fecundidad, Freyr. Y en la India -donde, presumiblemente, el culto a una diosa madre estaba muy extendido desde el tercer milenio y el coito como medio ritual era conocido desde hacía tiempo- los santuarios con cientos de respetadas devadasis subsistieron durante el primer milenio después de Cristo; y la costumbre se ha conservado en algunos templos de la India meridional hasta hoy.

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