lunes, 15 de agosto de 2011

misterios de Eleusis en Grecia

En Grecia encontramos los oráculos, que nos hablan del alma. ¿Qué son los oráculos en la vida griega? Si la Filosofía de Thales comienza con su pregunta: ¿qué son las cosas?, el oráculo vendrá a llenar la necesidad de esta otra pregunta: ¿Qué soy yo?, ¿cuál es mi destino?, ¿qué tengo que hacer ante tal o cual situación? Y vemos hasta a Sócrates consultando el oráculo de Delfos, le oímos escuchando su “daimon” interior. Iban los griegos a consultar al Dios también habitante del santuario, breve templo que no separaba a la deidad del paisaje que rodeaba; preguntaban al Dios y se entregaban a una orgía de purificación. El alma griega, cuando comenzaba a sentirse separada del cosmos, acude en los misterios de Eleusis y en culto a Dionysos buscando una reconciliación, con la esperanza de librarse de sus dolores; también con la alegría de quien se reencuentra con sus orígenes. Orgía, purificación, abandono por un momento de los dolores de la soledad.

Esto contrasta con el romántico, que, por el contrario, no pretende sumergirse en lo dionisíaco de la naturaleza, sino que se enlaza con lo plástico de ella. Busca el ímpetu, sí, pero en la figura traspasada por él. Busca llenar su alma con la naturaleza, para dejarla empapada como en esas noches de luna, que tanto gustaban describir. Pero el oráculo significaba otra cosa en su dirección de la “catharsis” órfica y de la orgía. Era más bien una ansiedad del alma por lo racional, una esperanza de salir de la duda más que de librarse de los dolores, de resolver la indecisión del individuo ante los asuntos de la vida: un afán de conocerse para saber qué hacer. Precursores del “conócete a ti mismo” socrático. Mito órfico, orgía de purificación, todo se vuelve a repetir en la historia, y ellos deberían ser maestros en representarla una vez más. Ya hemos observado de qué diferente manera el alma se ha buscado a sí misma a través de la naturaleza en las religiones de Grecia y en el arte romántico. El alma que siempre creemos que tiene un trasfondo sólo religioso, pero tiene unas raíces anteriores, que están entre la naturaleza, donde la razón no llegaba, la razón fundaba la libertad del carácter trascendente, y entre el yo del idealismo y esa parte del cosmos que entrelazaba con el hombre quedaba algo que se llamó “psique”.

El amor, al igual que el conocimiento, necesita de la muerte para su cumplimiento. El amor por quien se propaga la vida… Este es, creemos, el fundamento de toda mística: que el amor que nace en la carne (todo amor “primero” es carnal) tiene, para lograrse, que desprenderse de la vida, tiene también que convertirse, como decía Platón era menester realizar con el conocimiento.

El amor se ha salvado por su “idea”, es decir, por su unidad. Se ha salvado porque partiendo de la dispersión de la carne lleva a la unidad del conocimiento, porque su ímpetu racional es divino ya que hacia lo divino asciende. La idea primera que del amor se crea, es ya mística. Por eso es un gran error lo que tantas veces se ha dicho: que el amor místico es un trasunto del amor carnal tal y como se da. Es todo lo contrario: el amor carnal, el amor entre los sexos, ha vivido “culturalmente”, es decir, en su expresión, bajo la idea del Amor platónico que es ya mística. Y en las épocas en que el amor ha sido una fuerza social, en esos brillantes momentos del final de la Edad Media y del Renacimiento, todo enamorado manifestaba su amor en términos platónicos, más o menos, y lo que es más grave: si así lo decía el enamorado era porque él mismo así lo sentía, porque así se lo decía a sí mismo. Y así era. Gracias al platonismo el amor ha tenido categoría intelectual y social. Se ha podido amar sin que sea un hecho escandaloso.

Hay un delirio divino que es el amor. ¿Cómo al llegar aquí, no sintió Platón la necesidad de justificar a los poetas como hombres esclavizados por este delirio? Delirio del amor que ejerce la misma función que la violencia filosófica. Mediante él, el hombre queda arrebatado, suspenso, en “éxtasis” según los místicos habían de repetir durante siglos, innumerablemente.

María Zambrano nos dice: "Agradezcamos a Platón El Banquete, Fedro. Por ellos el amor quedó a salvo de su total destrucción. En el ascetismo dominante que enlazó filosofía griega y religión cristiana, el amor y su culto, la religión del amor, la antigua religión del amor, de los misterios, tuvo un lugar. Por el pensamiento platónico, no solamente se unen filosofía griega y cristianismo, sino la religión del amor y del alma, que bajo diversos nombres existía, y el cristianismo. Sin este pensamiento mediador hubiera quedado completamente aniquilada, oculta, y tal vez, produciendo graves trastornos con inexplicables apariciones parciales y desesperadas”.

Lo que sí dice María Zambrano es que el pueblo griego necesitaba de alguna idea que le hiciese separarse del cuerpo, de la propia condenación en que la poesía hemérica caía, esto no lo rechazó el griego. Lo que hizo Platón es fundamentar todas esas ideas órficas que ya circulaban antiguamente, y les dio luz y también habló del conocimiento y del mito de la Caverna. A partir de ahí, es cuando se crea la “teoría del alma”, que hoy podemos interpretar a la luz de los nuevos conocimientos con escepticismo, pero desde luego, también se ve que la mente, el cerebro, son nuevos conceptos que hoy vienen también a rescatar esta teoría, al mismo tiempo que el lazo y la interconexión que hay entre cuerpo y alma, que es la idea de nuevo que reaparece, en el filósofo Henry Bergson, y en la fenomenología, así como en la literatura moderna, por ejemplo, de Virginia Woolf.

En el amor está la cuestión verdadera. El amor es cosa de la carne; es ella la que desea y agoniza en el amor, la que por él quiere afirmarse ante la muerte. La carne por sí misma, vive en la dispersión; mas por el amor se redime, pues busca la unidad. El amor es la unidad de la dispersión carnal, y la razón de la locura del cuerpo. Así lo da a entender Platón, por dos caminos: el de la belleza y el de la creación. El primero en el Fedro, el segundo en El Banquete. Belleza y creación son la redención de la carne mediante el amor.

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