lunes, 15 de agosto de 2011

poligamia y matrimonio en el mundo judío y aversión al ascetismo

El Libro de los Libros siguió tolerando la poligamia, el concubinato con esclavas y prisioneras de guerra, el trato sexual con prostitutas y solteras que no estuviesen ya bajo custodia paterna y la separación (para los babilonios y los egipcios, también la mujer tenía derecho a separarse); y en cuanto a los hijos alcanzaban la pubertad, el padre podía darles una esclava para "los esponsales". Por el contrario, cualquier relación extramarital de una mujer casada estaba castigada con la muerte.

La poligamia, que en algunos momentos tomó dimensiones considerables -Roboán tenía dieciocho mujeres y sesenta concubinas; el sabio Salomón, supuesto autor de varios libros del Escrito Sagrado, setecientas mujeres, además de trescientas concubinas-, no fue combatida por los profetas y estuvo autorizada hasta el siglo IX d. C. Los talmudistas formularon explícitamente la regla de que ningún judío podía tener más de cuatro mujeres a la vez, y el rey como máximo dieciocho. Bien es cierto que ni la Biblia ni el Talmud (repetidamente condenado a la hoguera por la Iglesia) permitieron el maltrato a la mujer; lo hizo por primera vez el derecho medieval cristiano, que insistía en la monogamia.

Tampoco se dio entre los judíos una difamación del matrimonio ni un ideal de virginidad o de celibato. Los levitas y los sacerdotes debían casarse, aunque sólo con honradas vírgenes de Israel. El compromiso previo al matrimonio se llamaba "kiddushin" (encarnación) y la soltería era tenida por una desgracia, un castigo de Dios. Por ello, el hebreo veterotestamental no tiene ni una sola palabra que signifique soltero, porque la idea era completamente inusitada. En la época post exílica se instaba formalmente a los padres para que casaran a sus hijos cuanto antes: a las chicas a los quince años y a los jóvenes a los dieciocho. Asimismo, se consideraba la esterilidad como un oprobio, de ahí que Lot entregara a sus propias hijas.

Y en el Nuevo Testamento María habla de la "humildad" de su condición de virgen, es un cambio radical de concepción. En el Antiguo se soñaba en el tiempo del Mesías con que las mujeres parirían a diario. Más tarde, el propio Talmud -y, de pasada, también el Corán, que valora el matrimonio con el mismo énfasis- obligaba al casamiento y, a diferencia del hombre no espiritual, el rabino debía "yacer con su esposa cada noche, para mantener el cerebro limpio para sus estudios". Y es que ni la infravaloración de la mujer, ni las abundantes prescripciones de purificación desembocaron entre los judíos en tendencias ascéticas, excepción hecha de sectarios marginales como los rechabitas, los terapeutas y los esenios.

Por el contrario, en el mundo helenístico, el ascetismo desempeñó un papel cada vez más importante.

Karlheinz Deschner

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