jueves, 25 de agosto de 2011

¿cómo habitar la tierra sin diosas?

En su texto "L'oubli de Hestia", "el olvido de Hestia", el filósofo francés Jean-Joseph Goux, analiza en iguales términos el recorrido nostálgico de Heidegger en busca de una posibilidad de habitar la tierra en tanto que mortal, sin renunciar a la dimensión "divina" como "realización y como fiesta". Goux explica que el término ser se identifica a menudo con el término habitar en la filosofía de Heidegger y que tal coincidencia aumenta a medida que avanza el pensamiento del filósofo alemán. Para demostrarlo, Jean-Joseph Goux se vale de las raíces indoeuropeas de ambas palabras. Ahora bien, con esas mismas raíces que significan ser y habitar- se relaciona el nombre de Hestia, divinidad femenina encargada de guardar la llama del hogar. Es decir, lo divino se encuentra en la casa, y es la mujer quien lo guarda. Y las madres lo transmiten a las hijas. Cuando una hija se casa, la madre enciende una antorcha en el altar de su hogar y, precediendo a la joven pareja la lleva hasta la nueva casa. De esa manera, es ella quien enciende el primer altar doméstico de su hija. El fuego representa la custodia de la pureza por parte de la mujer. Pureza que no significa virginidad defensiva o pudibunda, como podrían entender nuestros contemporáneos profanos, ni en absoluto representa una alianza con la cultura patriarcal y su definición de la virginidad, como valor de cambio entre los hombres; su sentido es la ?fidelidad? de la mujer a su identidad y a su genealogía femeninas.

Al menos así quiero interpretarlo yo, pero el privilegio del fuego y el carácter tardío de esta divinidad plantean problemas. A no ser que lo interpretemos como una forma de memoria de las tradiciones aborígenes. El respeto de estas cualidades y filiaciones femeninas testimonia el carácter sagrado de la casa. La pérdida de esa concepción de la vivienda terrestre acompaña al olvido de Hestia en beneficio de los dioses masculinos, que la filosofía, a partir de Platón, define como celestes. Dioses extraterrestres que parecen habernos convertidos en extraños a una tierra considerada desde entonces un lugar de exilio. Semejante interpretación de la vida terrestre, la ruptura de la genealogía femenina, la negación de sus dioses, de sus propiedades, no ayudan a una realización dichosa del matrimonio en el sentido más amplio de alianza carnal y espiritual entre hombre y mujer. Por mucha armonía que reine en una pareja, no existe espacio alguno en las relaciones intersubjetivas que no precise de un cambio lingüístico y cultural. Los dramas que esto provoca se ven quizás con mayor claridad en el arte, en la literatura, que en otras formas de representación más reglamentadas por la verdad lógica o el orden social, donde la artificial separación entre vida privada y vida pública mantiene un silencio cómplice sobre los desastres amorosos.

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